“Mi abuela quiso que yo
tuviera una educación; por eso no me llevó a la escuela” (Margaret Mead).
“Hay quien dice que
nuestra crítica a la escuela, a esa institución burguesa especializada en la
educastración de los individuos, no llega al fondo de la realidad. Nosotros
creemos, por el contrario, que la realidad del fondo es todavía mucho más
profunda”.
Actualmente las escuelas, y toda la
enseñanza burocrática, siguen cumpliendo una triple función: 1) controlar y
habituar a obedecer; 2) adoctrinar en los valores establecidos por quienes tienen el
poder; 3) seleccionar socialmente en los futuros trabajos a desempeñar.
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LA PARKING-SCHOOL
Uno
de los problemas más conflictivos y de más difícil solución con el que se
enfrentan nuestras ciudades modernas es el creciente caos circulatorio surgido
como consecuencia del rápido avance del desarrollo industrial y de la simultánea
asunción de la moral consumista burguesa por capas cada vez más amplias de la
población.
A
consecuencia de ello, las calles de nuestras grandes ciudades se están
convirtiendo en reductos auténticamente intransitables: atascos.
embotellamientos. inexistencia de aparcamientos, huelgas de gasolineras... toda
una multitud de elementos que tienden a aumentar nuestros sentimientos de
angustia, complicarnos innecesariamente la vida y robarnos las escasas parcelas
de libertad de las que todavía disfrutamos.
El
automóvil, creado inicialmente para contribuir a nuestra liberación, se
convierte de ese modo en un auténtico engorro, en una molestia inquietante: y
ello tanto para quienes carecemos de él. como para quienes van con él a todas
partes.
Con
nuestros niños y ancianos sucede prácticamente lo mismo: nos quitan tiempo,
precisan cuidados especiales, molestan, incordian, entorpecen nuestro trabajo, no
sabemos nunca dónde aparcarlos; son,
en definitiva, un auténtico estorbo.
Y
es para paliar todos estos problemas que la burguesía, principal responsable de
la creciente deshumanización de nuestras actuales ciudades, cree haber hallado
la solución amontonando los coches,
los niños y los ancianos en habitaciones cerradas. De ese modo los parkings.
las escuelas y los asilos —instituciones prácticamente desconocidas hasta hace
pocos años— permiten que los adultos puedan continuar trabajando, produciendo y
consumiendo sin tener ningún otro tipo de preocupaciones.
Las
escuelas son, pues, un inmenso aparcamiento
de niños, una institución carcelaria especializada en la custodia de los niños, cuya función sigue la misma trayectoria que
la de las restantes instituciones: las cárceles custodian los presos, los
manicomios los locos, los asilos los viejos, los ejércitos los pueblos, etc.
Los
Parkings-School custodian, pues, a
los escolares. Por esto a la mayoría de los padres les trae sin cuidado lo que
sus hijos hagan o dejen de hacer en las escuelas; su única preocupación, es que
las escuelas les guarden los hijos
mientras ellos trabajan. La «escuela-aparcamiento”, la Parking-School.
Desde pequeños se enseña a los niños a estar controlados en todo momento |
¡VALE YA, TÍOS!
¡NO NOS COMÁIS EL COCO!
Pero
la Parking-School no se limita únicamente a custodiar los niños; la Parking-School, además, los pone a punto y
los adoctrina para que cuando salgan
a la circulación se encuentren plenamente adaptados a las normas establecidas
por la actual sociedad autoritaria.
La
Escuela custodia los niños para
adoctrinarlos, para que interioricen el látigo y para que su manejo por la
autoridad resulte casi superfluo. La Escuela enseña a los niños a comportarse
tal como lo ha programado el sistema
y, ¡el colmo del cinismo!, haciendo
que ello parezca natural, libre,
espontáneo.
A
la Escuela le corresponde, pues, la realización de una nefasta labor
ideológica. Evidentemente que los contenidos
concretos destilados por la Escuela son inequívocamente ideológicos (sólo
nos enseña aquello que le interesa
al sistema), pero lo más ideológico de todo el proceso de escolarización es la institución escolar en sí misma: la
escuela hace que cada individuo interiorice las normas, los roles y los valores
institucionales establecidos por las clases dominantes, que aprenda que la vida
exige levantarse a una hora determinada y, le guste o no, salir hacia un lugar
previamente fijado, en el que deberá realizar un tipo de trabajo
preestablecido, competir con los demás. obedecer a quien manda, dejar de ser un
individuo para convertirse en alumno y luego en un ciudadano y un trabajador, amoldarse a unas normas concretas de comportamiento y
saber que siempre hay reglas que definen lo que uno puede o no debe hacer
cuando se es alumno, padre, trabajador,
etc.
La escuela adoctrina en las creencias, valores, actitudes y comportamientos establecidos por el poder |
LA SALIDA A LA CIRCULACIÓN
De
ese modo el niño, después de ser custodiado
y adoctrinado en las escuelas,
durante años y años, llega a estar en condiciones de salir a la calle sin poner
en peligro el actual sistema de circulación, ya que a través de la Escuela el
niño ha superado todas las cadenas de
montaje y ha interiorizado del todo la ideología dominante. Es entonces
cuando la Escuela remata su función represiva seleccionando socialmente a los distintos individuos.
La
Escuela concluye pues su función, encasillando a los individuos en los
distintos lugares que habrán de ocupar en la sociedad y determinando su futuro estatus económico en relación con la
cantidad de estudios consumidos. Y
esta tercera, y última función, que constituye el objetivo final especifico de toda Escuela, se realiza
indefectiblemente, tanto en los Estados capitalistas
como en los Estados que, paradójicamente, se autodenominan comunistas: en cualquier parte del mundo la Escuela selecciona socialmente a los individuos
y los acomoda a los distintos empleos, niveles vocacionales, salarios
diferenciales y estratos de poder y privilegio.
Y
es precisamente por esta razón que muchos obreros aconsejan, ingenuamente,
estudiar a sus hijos: ”¡para que, de
mayor, no tengas que trabajar como tus padres!”.
La educación acaba encasillando a las personas en el lugar que ocuparán en la sociedad |
ENTERRAR LA ESCUELA
DESESCOLARIZAR
LA INSTRUCCIÓN
La
conclusión lógica de todo lo expuesto es, como indican Illich, Reimer. Goodman
y tantos otros, que las escuelas -incluyendo las tan mitificadas escuelas racionalistas— son instituciones que
han de ser eliminadas a la mayor brevedad. Porque a través de su triple función
represiva de custodia, adoctrinamiento y
selección social alienan el derecho que todo individuo tiene a la
instrucción y a la investigación.
Consecuentemente,
la única postura coherente ante la actual educación es, desde una perspectiva
Anarquista, luchar por el fin de la
escuela. Y ello sin ningún tipo ni de escrúpulos ni de remordimientos, ya
que constituye el único camino para restituir a la comunidad la instrucción y
la investigación que las actuales escuelas les han secuestrado.
POR Y
HACIA LOS ATENEOS LIBERTARIOS
Pero
limitarse tan sólo a enterrar la Escuela no es suficiente; ello sería negar el
segundo factor de la confrontación dialéctica sin haber recuperado el primero.
Es
necesario, además, avanzar simultáneamente por los posibles caminos por los que
habrá de discurrir la instrucción y la investigación en una sociedad desescolarizada. Esto es Ío que
proponen Illich, Reimer y Goodman, pero cuyas alternativas juzgamos
insuficientes por caer en el tecnocratismo o en el visionarismo. Nosotros, por el
contrario, expusimos en El Corsé de la Enseñanza
(Ajoblanco 19) toda una serie de reflexiones que consideramos fundamentales
para avanzar en este proceso de desescolarización;
- La creación de Ateneos Libertarios, cuya acción discurra totalmente al margen de la actual estructura escolar.
- El sabotaje de las funciones represivas de las actuales escuelas, hasta conseguir, mediante la acción directa, su transformación cualitativa en Ateneos Libertarios.
Es
en esta perspectiva, que creemos que han de enmarcarse todas las iniciativas
Anarquistas en torno a la educación; si es que queremos evitar ser engullidos por
el sistema.
Ampliando
estos planteamientos, creemos necesario sintetizar aquellas reflexiones a las
que hemos llegado tras duros años de peregrinar desde las sendas más autoritarias
de la escolarización. Por esto juzgamos
que toda lucha Anarquista en el campo educativo habría de pasar por:
- Impulsar todo tipo de acciones encaminadas a la
destrucción de todo tipo de poder, tanto en
lo que hace referencia a la educación, como a los restantes ámbitos de
la vida social: la autogestión, en
cualquiera de los muchos aspectos de la vida, no se preocupa por la persona que
detenta el poder (no se entretiene discutiendo si éste es legítimo o no), sino
que pretende acabar con la alienación que implica la existencia misma del
poder.
- Avanzar hacia la supresión del Ministerio de Educación
y Ciencia (así como del gobierno y del Estado) en cuanto es el principal
organismo de poder que aliena la instrucción y la investigación: de ese modo los actuales
centros educativos pasarían a gozar de total y absoluta autonomía y
reorganización de todo el proceso de aprendizaje en función de los intereses
propios de los respectivos individuos, barrios y localidades.
- Impulsar la organización federal de los distintos
Centros o Ateneos: porque ni la
autonomía significa amorfía o
desorganización, ni la autogestión es una auto-ingestión,
un self-service individualista en el que,
como muy bien critica Carlos Diaz (Manifiesto Libertario de la enseñanza), cada cual elegiría los platos que quiere comer
sin preocuparse de los individuos que tiene a su alrededor. Si no se quiere
caer en el autoritarismo es absolutamente imprescindible
la existencia de una organización; y, por supuesto, de una organización sin
autoridad, libertaria.
- Negar cualquier tipo de jerarquías dentro de los
centros, tanto “corporativas” como estamentales): en un Ateneo Libertario no es
posible la existencia de catedráticos
y agregados; ni tan sólo la de
individuos cuya única función sea ser
profesores o ser alumnos; en un
Ateneo Libertario. por el contrario, todo individuo enseña lo que sabe y
aprende de los demás aquello que le interesa.
- Potenciar la creación de Ateneos Libertarios que
respondan a todos los criterios anteriormente expuestos: de ese modo los Ateneos, al
basarse en los tres principios fundamentales -de una Organización sin
autoridad, de un aprendizaje libertario y de un aprendizaje incidental-,
constituirán una superación dialéctica; una negación de la escuela y,
simultáneamente, una afirmación del derecho que todo individuo tiene a la
instrucción y a la investigación, derechos actualmente alienados en las
actuales escuelas. Y —¡a propósito!— ¿por qué los Ateneos Libertarios
actualmente existentes no se preocupan por elaborar un proyecto educativo valido para todo el barrio, que haga
innecesaria la existencia de las actuales escuelas. En lugar de limitarse a
organizar tres o cuatro conferencias de vez en cuando?
- Impulsar el sabotaje de Ia función represiva de las escuelas a fin de que éstas puedan dar el salto “cualitativo” que las convierta en Ateneos Libertarios: o, en otras palabras, desde dentro mismo de las escuelas; no participando de su función represiva (como hicieron los ministros de la CNT-FAI en el 36), sino saboteando ésta en todos los terrenos.
- Defender en la lucha misma por la realización de todas
estas acciones, la autogestión misma de la lucha: porque sería una contradicción
pretender luchar contra una estructura autoritaria utilizando, para ello,
métodos autoritarios: la lucha por la Autogestión, está indisolublemente unida
a la Autogestión de la lucha.
Publiqué
este artículo en la revista AJOBLANCO, en su primera etapa. El dibujante
Bolinaga hizo las tres ilustraciones. Estos días, que empieza el curso escolar,
tal vez cambiaría dos o tres términos. Pero sigo pensando lo mismo. La
situación actual se ha agravado con un intento de justificación
pseudo-democrático progresista. Pero en el fondo, nada ha cambiado.
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