Hoy hace 40 años publiqué el
artículo que reproduzco a continuación “YO, ME ABSTENGO” (Ajoblanco número 23,
junio de 1977), con motivo de las primeras elecciones democráticas que tuvieron
lugar tras la muerte del dictador Francisco Franco.
El 15 de junio de 1977 fue
la primera vez que se podía votar libremente en España después de una dura
dictadura de 40 años. En la calle se luchaba por la recuperación
de las libertades y por un nuevo modelo de sociedad, pero ya se vislumbraban
los pactos entre los distintos partidos y sindicatos (a excepción de la CNT)
que iban a provocar la desmovilización de la gente y que iba a convertir la Transición en un neo-franquismo con apariencia
democrática. Como en realidad sucedió.
En ese artículo expuse las
razones de mi abstención. Básicamente, que las conquistas sociales siempre se
han conseguido en la calle y que los partidos de izquierda (PSOE y PCE) ya empezaban
a desmovilizar a la gente para ser aceptados por los
poderes fácticos como partidos "responsables", a cambio de renunciar a cualquier transformación profunda de la
sociedad. Hice una crítica a los partidos que se llamaban de
izquierdas (PSOE y PCE), en nombre de la gente de la calle que luchaba por conseguir una profunda transformación
social.
Medio
millón de pesetas cada diez días cuesta a los partidos políticos alquilar cincuenta
vallas publicitarias. Al menos eso nos dijo un miembro de la ejecutiva de un
partido socialista catalán. Medio millón de pesetas, pequeño reflejo de todo el
montaje electoral. Porque, en realidad, las elecciones no son más que eso, un
montaje. Los medios de comunicación social (televisión, publicidad, prensa
radio, espectáculos, etc.), que junto con la familia y la escuela son un
instrumento de imposición de la ideología autoritaria, se convierten, en la
actual época tecnocrática, en uno de los más eficaces instrumentos de coacción
programados mediante el análisis científico del funcionamiento estímulo-respuesta
propio de la psicología de la conducta. De este modo los medios de comunicación
social, lacayos de la tecnocracia, consiguen adaptar progresivamente los
individuos al sistema autoritario.
El estímulo:
consignas y más consignas, eslóganes y más eslóganes; la respuesta: la
sumisión, la obediencia, el dominio, el poder, la sociedad autoritaria, la
explotación del hombre por el hombre.
Los
objetivos de los anarquistas, por el contrario, son otros: no van por ahí
lanzando consignas, no dicen a los demás si deben parar dos horas, si deben
reincorporarse al trabajo, si deben abstenerse en el referéndum, si deben votar
en las elecciones.
No
faltaría plus. En el momento en que un individuo abandone su iniciativa e
independencia a un partido o a una central sindical, aunque se llame la CNT, en
ei momento en que siga unas consignas porque las lanza éste o aquél, tal
individuo se convierte en un simple peón manejado al antojo de los demás.
Pero
para que cada individuo decida según su conciencia, los anarquistas creen conveniente
aportar su información, su actitud, a fin de que pueda ser contrastada con
todas las restantes. Por esto no lanzan la consigna de NO VOTAR ni piden la
abstención como otros piden la votación por éste o aquél. Si los anarquistas obrasen
de tal manera serían un partido de nuevo tipo que en lugar de decir "vota
por nosotros" diría "abstente con nosotros". No se trata, pues, de arrancar
una adhesión sino de indicar las 4 razones por las cuales nosotros, los
anarquistas, no vamos a votar. Hay que denunciar los espejismos creados por las
elecciones, desenmascarar el montaje, mostrar lo que ocultan los medios de
comunicación social, el sentido verdadero de esas supuestas verdades que se
inculcan a todo profano en materia de elecciones.
Doy
por sentado que los lectores de AJO están al corriente de los espejismos montados
por la derecha y lo que se denomina centro. De lo contrario no entendería qué
hace una persona de derechas leyendo AJOBLANCO, a no ser que se tratase de un
masoquista o un esquizofrénico. Parto, pues, de la premisa de que ningún lector
del AJO es tan cándido como para votar por candidatos de centro, derecha o, no
digamos ya, de extrema derecha. Pero sucede que mientras muchos de los que
votan por el centro y las derechas son conscientes de lo que hacen y, en
consecuencia, votan con premeditación y alevosía, no ocurre así con muchos de
los que votan por las izquierdas.
Yo,
personalmente, no pienso votar ni centros, ni derechas, ni izquierdas, y pido al
lector se reserve el juicio que ello le merezca para cuando se celebren, antes de
un año, las próximas elecciones anticipadas y todo el mundo concuerde en lo antidemocrático
de las actuales. Y, a mi modo de ver, son cuatro los principales espejismos que
los medios de comunicación social han creado en torno a las izquierdas.
1.er ESPEJISMO:
Sólo se consolidarán las Libertades si la izquierda participa
en el Parlamento.
¿Acaso
la mayoría parlamentaria social-comunista en Chile fue un baluarte sólido
contra los enemigos de la libertad? ¿Acaso lo fueron las izquierdas en 1936? ¿Acaso
no está claro que únicamente la determinación del pueblo, su capacidad de
lucha, su fuerza y su combatividad, son la única garantía de las libertades? ¿Acaso
no está claro que el pueblo que confia en sus gobernantes abandona su responsabilidad
y pone en peligro estas libertades?
No
es votando a las izquierdas como se defienden las libertades o, como ellos
dicen, las conquistas democráticas. Es luchando en la calle, en las
fábricas, en los tajos, como se consiguen y como se defienden; todo otro tipo
de defensa se ha revelado, históricamente, estéril.
2.° ESPEJISMO:
Los intereses de los trabajadores serán mejor defendidos
si éstos están en el Parlamento
¿Acaso
en los países donde hay mayorías de izquierda (Inglaterra, Alemania, etc.) los
intereses específicos de los trabajadores se presentan como primer objetivo a
tratar por el Parlamento? ¿O acaso los socialistas y socialdemócratas no son de
izquierda? ¿Acaso las mejoras a nivel económico y social se consiguen por la habilidad
de los políticos o la generosidad de los dominadores? ¿Acaso son los
parlamentarios quienes obligaron al régimen franquista a ceder alguna que otra
libertad, a legalizar a los partidos, etc.? ¿Acaso fueron los ministros
anarquistas de la Generalitat quienes hicieron posibles las colectivizaciones? ¿Acaso
no es únicamente por la presión del pueblo como han sido concedidas todas
las reivindicaciones de los trabajadores a fin de evitar que el movimiento creado
tras ellas pudiera dar lugar al traste con el sistema de poder? La voz de los
trabajadores no impresiona a nadie cuando se oye en los parlamentos, impresiona
y es verdaderamente eficaz cuando vibra con fuerza en los tajos, en los
talleres, en los barrios, en las calles.
3.er ESPEJISMO:
Es preferible un socialismo a lo Felipe a un Fragazo o
a un neofranquismo a lo Adolfo.
¿Acaso
no fue con una mayoría socialista en el Parlamento y con un gobierno socialista
que fueron reprimidas en Inglaterra las huelgas y las reivindicaciones de los
trabajadores? ¿Acaso el obrero y el campesino inglés lo pasan mejor ahora que
cuando tenían un gobierno conservador? ¿Acaso no es con un gobierno socialista que,
en Alemania, se aplican torturas increíblemente salvajes contra los militantes
de izquierdas? ¿Acaso no fue en Francia, con una mayoría de izquierdas, que se
lanzó a los trabajadores franceses a una guerra contra sus hermanos argelinos
con el único fin de defender intereses capitalistas? ¿Acaso en Italia, Suecia...,
pero para qué seguir? Es perfectamente comprensible que los distintos sectores
y grupos que componen la burguesía estén interesadísimos en el proceso electoral.
Saben perfectamente que si es SU ELECTOR el que gana y forma el gobierno, habrá
más dinero para desarrollar el tipo de actividad económica en la que tienen
invertido su capital; mientras que, si gana OTRO SECTOR, el dinero se irá a otro
tipo de industria. ¿Pero a nosotros que más nos da, que gane éste o aquél sector
de la burguesía? ¿Acaso nos permitirían votar si hubiese alguna posibilidad de
que ganásemos nosotros? ¿Acaso se dejarían, por las buenas, quitar la sartén de
la mano? Si ellos mismos nos ofrecen la posibilidad de votar es que hay gato
encerrado y, lo peor que les podemos hacer, es no caer en su trampa.
4.° ESPEJISMO:
No votar es regalar
un voto a la derecha.
¿Acaso
no sabemos que las reglas del juego parlamentario están escritas para que ganen
siempre los que poseen la riqueza, los que controlan la economía del país, los
que, según las circunstancias, se disfrazan de derechas, de centro o de
izquierdas con tal de no perder el control real del poder? ¿Acaso los
marxistas no están de acuerdo con los anarquistas al afirmar que quien controla
el poder económico, es decir, la burguesía y sus bancos, es quien controla el
poder político? ¿Acaso podrán cambiar algo en el plano político sin cambiar la
realidad en el plano económico? ¿Acaso no sabemos que los que tienen el poder
prefieren que votemos, aunque sea a la izquierda, antes de que rompamos la
baraja y no participemos en las elecciones? ¿Acaso no está claro que el juego
electoral constituye para la clase dominante una forma de resolver sus propios
problemas, de integrar aún más a los trabajadores dentro de su sistema, de
canalizar las preocupaciones obreras dentro de unos cauces inofensivos y
fácilmente controlables? ¿Acaso hacer creer a los trabajadores que pueden conseguir
algo participando en el juego de la burguesía, no es hacer el juego a la
derecha?
Espejismos
y más espejismos. ¿Dónde están ahora los que el 15 de diciembre vociferaban por
la abstención si no había amnistía (“no entrarán nuestros votos si no salen
nuestros presos”), si no se legalizaban todos los partidos políticos (“O
todos o ninguno”: PCE-PSUC), si no había información auténticamente libre
(¿quién controla la TV?), si las normas electorales no eran realmente democráticas?
No tienen tiempo de recordar lo que dijeron, ¡tan enfrascados se hallan en sus respectivas
campañas electorales!
Hay
que denunciar, pues, todos estos espejismos. Hay que dejar bien claro que la
composición del Parlamento es un asunto que no incide sobre los intereses de
los trabajadores, que el color del Parlamento, por muy rojo (o rojinegro) que sea,
no le impide reprimir a los trabajadores y servir a los intereses auténticos del
capital, que el sistema parlamentario y el proceso electoral son obra de la
burguesía y le sirven desde hace decenas de años para desmovilizar las luchas obreras
y conservar sus privilegios, que la defensa y el ensanchamiento de las
libertades dependen de la fuerza real del movimiento obrero y no del número de
escaños en un parlamento, que las medidas sociales las otorgan los gobiernos
cuando los trabajadores ya las han conquistado mediante su lucha, que la
emancipación de los trabajadores pasa por arrebatar y destruir el poder
económico de la burguesía (que nunca se pone en juego en unas elecciones), que
la prolongación de la creencia en la efectividad del electoralismo es la forma
más segura que tiene el sistema para impedir que jamás lleguemos a
transformarlo, que -en cuanto explotados- lo nuestro no es jugar a las elecciones, sino luchar para que cada día estemos mejor organizados para combatir el
sistema de explotación que nos han impuesto.
Tenemos,
pues, una alternativa clara y sencilla ante el proceso electoral: no
dejarnos apartar de nuestro camino por espejismos sutil y sabiamente montados y
trabajar por el fortalecimiento y la extensión de una fuerza obrera autónoma. Independiente
de todo partido político. Con objetivos propios, con iniciativa para
autogestionar un día su propio destino y realizar la revolución social.
Y,
para ello, sólo contamos con nuestras propias fuerzas, con nuestra propia lucha
como oprimidos, con nuestra solidaridad con todos los explotados, con nuestro
enfrentamiento directo con la patronal y el estado, y con la resolución de nuestros
problemas sin admitir la presencia de «intermediarios» que, en nuestro nombre,
negocien con el poder. Esta es nuestra respuesta a los espejismos que los medios
de comunicación social, al servicio de la sociedad autoritaria, se esfuerzan
por ofrecernos y desviarnos de nuestros objetivos de emancipación. Es nuestra
lucha contra la sociedad autoritaria.
¿Continúas sintiéndote anarquista 40 años después o te has vuelto más pragmático? Un abrazo.
ResponderEliminarDesde los 15 años defiendo los mismos principios, no como algo principios fosilizados sino como algo que hay que conformar y aplicar a la realidad concreta de cada momento histórico. También desde los 15 años participio en las luchas y acciones directas concretas que permitan hacer avanzar algo la aplicación de estos principios y que no se queden en algo teórico sólo al alcance de una minoría iluminada que posee la verdad pero que no vive la realidad de la gente. Para avanzar hacia un sistema de relaciones humanas sin poder (principios), hay que hacer acciones concretas que lo permitan (aplicación a la realidad del momento).
ResponderEliminarCada cual puede tener su interpretación teórica, yo tengo la mía. Me considero Á-CRATA (del griego "kratos", que significa relaciones "sin poder") en todos los ámbitos sociales:familia, educación, trabajo, etc); el término AN-ARQUÍA (del griego "ARJÉ") es un poco más limitado, significa el "primer principio" que lo rige todo (como el "arjé" de los presocráticos) e históricamente está vinculado a una forma de organización de las luchas obreras (Bakunin), contrapuesta a la organización marxista. En este sentido, considero que ser "á-crata" es más amplio que ser "an-arquista". Dicho en otras palabras: todos los ácratas, si se organizan laboralmente seguirán el modelo anarquista, pero no necesariamente tiene porque suceder a la inversa. Muchos anarquistas eran y son autoritarios en otros aspectos: machistas, homófobos, etc...
ResponderEliminarEste mismo debate sobre la limitación del término "anarquismo" lo tuve una tarde con Daniel Cohn Bendit, al terminar las Jornadas Libertarias de 1977. El decía que "anarquismo" estaba vinculado en el imaginario colectivo al obrerismo de los años 30. Mientras que "libertario" era un concepto mucho más amplio que definía mejor el Mayo del 68, con el lema "cambiar la vida" y con otras reivindicaciones más prioritarias dentro del mundo actual (el de los años 70): la ecología, el feminismo, la defensa de los homosexuales, etc. Esta concepción del término "libertario" sólo se aplica en Europa, porque el Partido Libertario de Estados Unidos no tiene nada que ver. Tampoco me considero "an-arquista" como seguidor de una teoría filosófica (como "racionalista", "idealista", "materialista", "hedonista", etc). Me considero "a-crata" o "an-arco", pero no "a-cratista", ni "an-arquista".
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